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Cómo Yolanda logró una vida plena a pesar del dolor

Hace veinticinco años que falleció Arturo, mi hijo de diez años padecía cáncer. Eso le llevó a la muerte a él y creo que a mí. Venía de un proceso de artritis reumatoide, el dolor se extendió por todo el cuerpo. El dolor que tenía en el alma se extendió a mi cuerpo. No me podía apenas sentar, ni tumbar, ni levantar, ni estar de pie… no podía hacer nada… me invalidó el dolor por completo.

Estuve mucho tiempo en búsquedas espirituales, pero no mejoraron mi calidad de vida. Y creo que la experiencia más importante para mí con el PARA ha sido aprender a amar con los pies en la tierra. El PARA ha hecho que hoy la relación con el dolor emocional y físico sea diferente, porque me ha enseñado cómo relacionarme con la vida. Y eso se ha extendido por todas la áreas de mi vida, por todas las relaciones… Ahora me he subido al tren de la vida y ya no me bajo. El viaje continúa aunque por momentos llore, aunque a veces me duela, aunque pasen cosas… Yo hoy estoy viva y estoy del lado de la vida. 

Ha sido un viaje que me ha despertado un agradecimiento profundo por todo lo que me ha pasado en la vida y me ha traído hasta aquí. No podría decir jamás que agradezco la muerte de Arturo, pero agradezco todo lo que eso me ha traído, me ha permitido emprender mi viaje de sanación. La sensación es que hoy mi vida está plena y no depende de que llueva o de que haga sol, de que esté sola o de que tenga amigos, no depende de nada… Estoy viva. Estoy viva y me encanta estarlo.

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